El mes de Marzo daba inicio con un día relativamente cálido teniendo en cuenta que aún era invierno. Eran alrededor de las ocho de la mañana y como de costumbre acababa de volver a su departamento luego de su entrenamiento matutino procediendo a tomar una ducha antes de hacer el desayuno para él y su supuesto Dios, Amatsu-Mikaboshi. El mismo ya se encontraba despierto esperando por su alimento mientras miraba la televisión, nada fuera de lo común. Llevó el típico desayuno americano, bien nutritivo y grasoso, a la mesa donde cambió el canal de la televisión sin un ápice interés en que estuviera viendo aquella deidad. Se había convertido en tradición para él mirar las noticias mientras desayunaba. Dio un sorbo a su té y comenzó a comer con presteza mientras escuchaba los sucesos recientes. Volvió a escuchar lo que venía preocupándole desde hacía ya varios días: las sectas de asesinos en Grecia. Aquello no parecía detenerse, es más parecía ir a peor antes que mejorar.

No mucho después mientras andaba meditando el asunto se percató de que Amatsu-Mikaboshi se encontraba mirándolo con una sonrisa provocadora. — ¿No vas a ir? ¿No eras un honorable aventurero para proteger a los débiles? — Le dijo claramente buscando molestarlo, aunque el deducía que era su forma de darle el empujón necesario, aunque sin duda sus formas podrían ser mejores. Suspiró profundamente ante estas palabras para luego contestarle. — Querría, pero ahora mismo no estamos en nuestra mejor situación financiera. — Esa era la triste realidad, no tenían el suficiente dinero en ese momento como para permitirse tal viaje. Pero lejos de disuadir al Dios parece que esto provocó el efecto contrario. — ¿No? Y yo que creía que los aventureros podían obtener ganancias de su oficio. — A pesar de su tono provocador no podía negar que tenía razón, solo tenía que ir a la dungeon más cercana y, si tenía suerte, no tardaría mucho en obtener el efectivo necesario, después de todo las tarifas para los aventureros no eran muy altas.